Nadie podía creérselo. Los agentes de policía judicial de la comisaría de Ourense irrumpieron ayer por la tarde en el sepelio de una anciana a la que se iba a dar sepultura en un cementerio de la capital para llevarse su cadáver. Lo hicieron después de que un juez de Ourense ordenase investigar si lo que hasta ese momento parecía haber sido una muerte natural, podría ser en realidad un crimen.
Antes de que fuese demasiado tarde, la autoridad judicial ordenó que la fallecida fuese trasladada en un furgón del servicio judicial a las instalaciones del complexo hospitalario universitario de la capital, al objeto de que se le practique la autopsia y se despejen todas las dudas respecto a las circunstancias de la muerte.
Y es que hasta primera hora de la tarde de ayer nada hacía sospechar que el fallecimiento de Carmen González, de 90 años y con domicilio en la localidad de Untes (Ourense), se hubiese producido bajo circunstancias sospechosas. Oficialmente, la anciana se había caído de manera fortuita mientras estaba en su casa y se había llevado un fuerte golpe en la cabeza que le había provocado una parada cardiorespiratoria. Eso es lo que consta en su certificado de defunción. Al menos hasta el momento.
Esto ocurría el martes por la mañana. Como en todos los casos, la familia de la nonagenaria, que vivía con su hijo y otros tres familiares más, lo dispuso todo para el entierro. La funeraria se encargó de los preparativos y se concertó la celebración del funeral y el entierro. Tenía que ser ayer a las cuatro y media de la tarde en el cementerio parroquial, a donde sería trasladado el cadáver de la mujer después de ser velado durante todo el día en un tanatorio de la ciudad.
Pero alguien se encargó de impedirlo. Según concretaron fuentes del caso, a media mañana de ayer una mujer del entorno de la fallecida se presentó en el juzgado de guardia para dar cuenta de sus sospechas respecto a las verdaderas causas que podrían haber propiciado la muerte de Carmen. Dijo que el golpe en su cabeza podía no haber sido fortuito.
Todo apunta a que los argumentos parecieron creíbles porque poco después el magistrado decidió tomar cartas en el asunto. Si había sido un crimen, lo mejor era que los forenses pudieran hacerle la autopsia al cadáver antes de su inhumación para garantizar que no se perdían evidencias. Había que actuar lo más rápido posible.
Después del funeral
Así se hizo. Procurando no armar demasiado alboroto, al menos no más del necesario en uncaso tan inusual como este, los agentes policiales se presentaron en el funeral con la orden judicial para parar el entierro. Eso sí, esperaron a que terminase la misa que se estaba celebrando en la iglesia parroquial de San Esteban de Untes y después, ante la mirada atónita de los presentes, se llevaron el cuerpo. De momento, la vida eterna tendrá que esperar.
Fuente: La voz de Galicia
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