Rabia, impotencia y tristeza son las tres palabras que
mejor resumen el estado de ánimo de Nicolás S. G., un anciano de 80 años
al que le usurparon su casa el pasado 23 de julio en la calle José
Barberá Falcó, junto a la central de la Policía Local de Valencia. Una
patada a la puerta y el cambio de cerradura bastó para que el
propietario de la vivienda se quedara pasmado con una llave en la mano
que ya no abre nada.
El grupo de individuos que ocupó el piso retiró el cartel
que anunciaba el alquiler de la casa mientras el anciano buscaba un
electricista para que revisara la instalación de la luz. «Lo que me ha
pasado parece increíble. Me tiran de mi propia casa y no puedo
desalojarlos aunque llame a la policía», afirma Nicolás S.
Tras recriminar a los okupas por su acción y pedirles que
abandonaran la vivienda, el anciano salió del edificio con lágrimas en
los ojos pero con la esperanza de que la policía podría desalojarlos
pocas horas después. El 091 envió una patrulla y los agentes se
entrevistaron con el ciudadano, que se quedó perplejo cuando le
explicaron que ya no podían entrar en la casa.
«Empecé a pegar patadas a la puerta delante de los
policías, pero me dijeron que así no iba a conseguir nada», recuerda
Nicolás S. con el rostro cariacontecido. Desde entonces, el estado de
salud del anciano ha empeorado, y su sobrino, el único familiar que
tiene en Valencia, le ayuda en el papeleo para resolver el asunto. El
anciano tiene previsto realizar una protesta en la calle con una
pancarta que reivindica sus derechos.
Fuente: Las Provincias
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