Algo
muy grande está empezando a pasar en España. Un sentimiento de
solidaridad, de unidad, de catarsis a nivel colectivo que solo parece
aflorar en nuestro país muy de tanto en tanto.
El
español, aborregado y apoltronado por naturaleza es, cuando se levanta
definitivamente hastiado, herido en su honor, tocado de muerte, uno de
los pueblos más guerrilleros y temidos desde tiempos inmemoriales. Así
lo confirman algunas de los más grandes episodios a lo largo de nuestra
historia.
En estas últimas 72
horas, desde que el fatídico Gobierno de Mariano Rajoy anunciara el
enésimo recorte para una nación contra las cuerdas, está volviendo a
suceder. Son gestos, momentos. Como en los tristemente
recordados días del espíritu de Ermua, en julio del 97, con el asesinato
a manos de ETA del concejal del Partido Popular, Miguel Ángel Blanco,
que acabaría por marcar un antes y un después en el sangriento devenir
de la banda criminal.
¿Recuerdan
a los Ertzainas despojándose de sus máscaras con lágrimas en los ojos
entre los aplausos de sus vecinos? Hoy, hemos vivido un flash back... y ha vuelto a suceder. En
plena manifestación (la enésima durante estos días) en las calles más
céntricas de la capital de España, se ha vivido otro de esos instantes
mágicos que acostumbran a pasar a la memoria del imaginarium colectivo. Los
temidos antisistema de la Policía Nacional, centro de las iras de los
ciudadanos durante el último año por su recurrente crudeza y represión,
se han quitado los cascos en señal de solidaridad frente a la
avalancha de empleados públicos que protestaban ante el Congreso. El
gesto ha sido recibido con una cerrada ovación por parte de los
manifestantes, e incluso algunos policías han sido víctimas
involuntarias de la emotividad del momento.
Funcionarios,
indignados, parados y miembros de la policía nacional fundidos en un
mismo aplauso. Algo muy grande está empezando a pasar. El pueblo se ha levantado contra una casta
dirigente enquistada y parasitária que lleva exprimiéndolo con
impunidad durante décadas. Esta vez no va en broma: estamos ante un
momento histórico. España ha dicho basta.
Somos los de abajo, y vamos a por los de arriba.
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