Si casi un millar de funcionarios se lanzó ayer a las calles de
Valencia para criticar a golpe de silbato y camisa negra los últimos
recortes del Gobierno, no es sólo por la paga extra de Navidad que les
arrebatan. Es por eso -nadie niega que fastidia perder una nómina-, y
hasta tal vez sea sobre todo por eso. Pero también es por algo más. Y
cada uno tiene sus argumentos. Víctor Ballesteros, funcionario de la
Conselleria de Agricultura que ayer protestaba a las diez de la mañana
frente a su puesto de trabajo (como una mayoría de empleados públicos),
da el suyo: "El cuerpo de funcionarios se creó en el siglo XIX para que
la Administración actuara con independencia y no al dictado del político
de turno. Y eso es lo que no le interesa al poder: que estemos
controlando lo que ellos hacen. Por eso, cada vez se convocan menos
oposiciones y, en cambio, hay más asesores puestos a dedo, más personal
de confianza y más gente del partido en empresas públicas".
A
mediodía, en la concentración general frente a la Delegación del
Gobierno, los argumentos van variando según la pancarta y el ramo
funcionarial. Francisco Estacio, policía nacional y líder sindical de la
Confederación Española de Policía, forma parte de los manifestantes. Él
critica los "brutales recortes salariales" sufridos, pero también la
precariedad de medios: "Sólo tenemos chaleco antibalas uno de cada cinco
policías y faltan guantes anticortes". Y profiere otra queja. "Hay un
descontento generalizado en la policía porque sentimos que el Gobierno
nos ha dado la espalda. No sabemos en qué desembocará este malestar",
advierte.
Cerca, en el maremágnum de manifestantes que corta media
calle Colón durante más de una hora, un bombero pide el anonimato para
hablar con franqueza. "Yo cobro 1.700 euros por jugarme la vida, por
trabajar festivos, noches, domingos y meterme en incendios en los que
nadie se atrevería a entrar. Nuestra labor es impagable y la gente cree
que los funcionarios vivimos como reyes. Pues no", se indigna.
Fuente : Levante EMV
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